Una historia de Navidad Kirchnerísta
por Gustavo Romans
Hoy, bien tempranito, me fui a verlo al Chelo Gauna. Un conocido que tengo en el Barrio Prado Español. El Chelo es un tipo de 29 años. Lo conocí un día, hace como 4 años que pasó por casa con una bordeadora y un rastrillo ofreciendo los servicios de jardinería y afines. ( los yuyos en la vereda eran una hermosa réplica del Amazonas, y él me ofreció realizar el corte. En realidad me pegó el grito a 15 metros: ¿Te cortó los yuyos papá? Dale… Y ahí empecé a relacionarme. El Chelo tenía el tatuaje de los 5 puntos entre el pulgar y el índice. Se comió 5 años, 8 meses, 4 días y 13 horas adentro. (Siempre lo dice así). Lo agarraron haciendo de campana en un robo a mano armada que terminó con un policía herido grave. Tenía 18 años recién cumplidos y estaba drogado. Cuando salió no tenía hermano (lo habían matado de tres puñaladas en una peléa), ni mujer (se había ido a vivir a Merlo sin dejar datos), ni hijita (que cuando entró tenía 6 meses y no la volvió a ver más). Entró al penal de Ezeiza en los turbulentos días de enero de 2001 y salió por noviembre de 2006.
Desde que salió hizo changas de cualquier cosa. Albañil, ayudante en un tambo, pintor, cortar pasto, peón de alambrador, trabajó por hora paleando hormigón para cordón cuneta, descargando bolsas de arena o cemento en un corralón y también algunas changas relacionadas con desapariciones de motos y bicis, cuando no tenía para comer. El alcohol reemplazó a la droga y muy de a poco aflojó con la cerveza y el vino también. Un amigo mío lo ayudó mucho. Lo relacionó con el Centro de Referencia del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, le hicieron el Monotributo Social y le entregaron herramientas para Mantenimiento de Jardinería y Afines por valor de $5000 y a través del abordaje territorial le acercaron 6 chapas nuevas y 1000 ladrillos. Por eso el Chelo me quiere mucho. El está convencido que a partir de ese día que vino a casa a cortar los yuyos de la vereda y terminamos tomando una cerveza juntos, le cambió la vida, y en realidad lo único que sucedió es que El Estado se ocupó de darle una manito.
La cuestión que cuando voy llegando a la casa (vive en una linda casita al fondo de donde vive el padre y una tía abuela), lo veo cruzando la calle con un colchón de goma espuma. Entró apurando el paso al verme y salió casi al trote. –¿Como andás Ruso? Me dijo. ¿Y el colchón? le dije yo ( mi cabecita burguesa lo imaginaba repartiendo algo proveniente de alguna casa del barrio a la que hubieran entrado sin permiso de sus moradores.) Nooo… ja, j aja… pará!!! Me lo prestó “la Rita” (“La Rita” es la dueña del almacén del mismo nombre que está a media cuadra) … que te pensás? Que me lo hice? Ja jaja… sos desconfiado Roman ehhh!!! (Nunca logré que agregara la s al final de mi apellido). Me lo prestó “La Rita”…
Yo había ido temprano, porque El Chelo a eso de las 8 arranca para el Barrio Real en la Moto con el carrito que tiene. Ahí trabaja con 7 u 8 quintas que ya son clientes y para esta época del año se la pasa todo el día emprolijando parques y cortando el cesped. Como El Chelo tiene un primo en un campo de Ascensión le quería encargar un cordero para el 31. (Esos corderos de Ascensión son una cosa infernal) y a mí con El Chelo no me gusta hablar por teléfono. Es como que si vas y hablas personalmente con él, se concentra y se toma el pedido con más compromiso, no sé, pero es así.
Resulta que para el 24 se va a encontrar con “la Marliz”. La Marliz es la nena de Chelo. La que hace casi 10 años que no ve. La madre (así le dice Chelo ahora a la ex esposa) viene a quedarse acá a lo del Carlos (un tío medio capanga en el barrio, puntero de Meoni) y la trae. - Llegan el viernes a las siete y media de la tarde Roman, me dice con los ojos brillosos. La nena se va a quedar acá a dormir un par de días, conmigo…. le compre una cama espectacular en Bringeri (una casa de electrodomésticos y mueblería) y un MP5 para Papá Noel, siguió.
Así de entusiasmado habló los próximos tres minutos con una verborragia incontenible y sus ojos nunca dejaron de brillar. Brillaban como el día que pasó por casa a mostrarme la foto de “La Marliz” por primera vez, hace tres años. Es tan hermosa la pibita… que no me atrevería jamás a describirla. El motivo de mi visita (el cordero que tenía que encargarle al primo) pasó al lugar 20 en la lista de prioridades en la conversación, y si bien le hice el encargo que se comprometió a cumplir, la verdad es que mucho no me importó. Como no le importa al Chelo lo que titula Clarín en su tapa, lo que dice el cipayo de Lapegue, o las peleítas intrascendentes entre compañeros del mismo bando por lugarcitos de poder.
De vuelta para el centro, me detuve a mirar con mucha atención los montoncitos de escombros que en las veredas de algunas casas hay. Eso significa reformas, albañiles trabajando. La ampliación de la casa, alguna pieza más, un tapial, un piso nuevo. Por cada cuadra hay un montoncito de escombros en los barrios humildes de la ciudad.
El Chelo es, tranquilamente, un ejemplo de lo que se puede hacer cuando en un país se adoptan políticas de inclusión. Detrás de cada montoncito de escombros puede haber un Chelo y detrás de cada una de esas personas una historia como la de él.
La vertiginosidad con la que a diario nos movemos para vivir, para analizar la política, para entender que es lo que viene o que podemos proyectar, nos aleja de estos pequeños detalles cotidianos donde se me aparece la figura de Néstor sonriendo, como contento porque entendí de que se trata, de que va la cosa verdadera.
Es muy probable que todavía haya miles de Chelo esperando ser rescatados del infierno que provocaron los privilegiados de este país. Por eso hay que seguir luchando cada día, un poco, lo que podamos. De vez en cuando paramos un poco, claro. El Chelo para hacer de Papá Noel por primera vez con su hija y yo para comer un cordero con la familia y brindar para que vengan muchos años más de felicidad para el pueblo.
La historia es real. Algunos nombres, fechas y lugares están alterados para preservar la intimidad de mi amigo.
1 comentario:
Muy cálido y auténtico tu comentario.
No sólo descolgando el cuadro de un turro ó haciéndole un corte de mangas a Bush se logra avanzar en dignidad y calidad humana.
Pequeñas caricias a vidas humildes, leves palmaditas de afecto y apoyo logran enormes cambios en las pequeñas y sencillas vidas de todos los días.
Un saludo cordial para estas fiestas tradicionales.
Tilo, 70 años
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