14/2/11

Un interesante comentario sobre el Socialismo.

Respecto de este poste el amigo Julían Caliva escribió un comentario muy interesante, que por su extensión no se puede publicar. Por eso me lo mandó por mail y lo comparto con ustedes.

A lo largo de la historia del Partido Socialista en la Argentina (y de gran parte de los partidos izquierda) ha tenido, por lo general, una política que ha dado por resultado la no participación de la clase obrera en la organización y desarrollo partidario, política esta que se acentuó a partir del surgimiento del peronismo.

Juan B Justo definía al socialismo “como un movimiento de elevación de las condiciones económicas, intelectuales, sociales, políticas y morales de las masas, encaminado a establecer, con la ayuda de la ciencia y del progreso, un régimen social de producción colectiva que desplazase a la explotación capitalista”, pero pareciese que para muchos dirigentes socialista, esta transformación se debería dar sin la participación de los trabajadores; tomemos un Ej. En 1906 se realizo en la ciudad de Junín el 7mo Congreso ordinario nacional, al mismo concurrieron, entre otros A. Palacios, Juan B Justo, Del Valle Iberlucea, Mario Bravo. El punto más crítico, el que genero la mayor discusión fue si el partido debía adoptar una postura no tan europea y teórica, sino el de la nueva corriente sindicalista. Después de varios días de debate, se decidió “invitar (léase expulsar) al grupo de afiliados titulados sindicalistas a que construyeran un partido autónomo a fin de experimentar su doctrina y táctica”. El argumento utilizado fue que el sindicalismo era una doctrina que se contraponía al socialismo, ahora bien a más de 100 años de esta medida unos se debería preguntar si realmente ese era el motivo o si lo que sucedía era que el partido giraba hacia la incorporación de la masiva d la clase obrera: y para tener en cuenta: en esa época era cuando más obreros concurrían a los distintos centros socialista, y por añadidura, cuando mayor participación tenían.

Este antinomia, la de decirse representa de la clase trabajadora pero no contar con ella, creció a partir de la aparición del peronismo. El genial Rodolfo Walsh analizaba, a partir de las medidas tomadas por el gobierno de Perón, no entendiendo como el socialismo no había apoyado a este gobierno. Textualmente afirmaba “ Los empréstitos extranjeros, pulpos de la economía nacional, e instrumentos del dominio político, fueron cancelados. La Argentina , por primera vez en toda su historia, fue una nación soberana. Estas medidas impulsaron el desarrollo industrial. Cabe preguntar si fue una industrialización burguesa o socialista. Fue ambas cosas y ninguna de las dos. Es decir, grandes ramas de la producción industrial fueron dirigidas por el Estado, y otras aunque permanecieron en manos de capitales privados, estos eran argentinos, y en algunos casos extranjeros pero sometidos a una legislación proteccionista y, al mismo tiempo, estrictamente controlada por el Estado. Vale decir, se dio el paso primario y fundamental en toda marcha hacia la socialización: la estatización de los resortes más importantes de la economía nacional. Estos recaudos, no sólo acrecentaron la producción, sino que, caso único en la historia argentina, se alcanzó la plena ocupación y la participación del proletariado en la conducción política. Todos los ejercicios financieros terminaron con superávit. Al abandonar Perón el país, las reservas en oro y divisas, se calculaban en 1500 millones de dólares. El capital extranjero, sujeto a una legislación nacional, cumplió una función útil. En algunas ramas de la industria, la automotriz por ejemplo, el Estado se valió de ellos. También lo había hecho Rusia en las primeras etapas de la revolución. China lo mismo. Cuba, Argelia, Egipto, también. Pero los giros al exterior, en concepto de dividendos, eran fijados por el Estado y las ganancias de las empresas debían reinvertirse, por cuotas establecidas, y se reinvirtieron, en el país. Una prosperidad jamás conocida benefició a todas las clases sociales. La legislación laboral fue una de las más avanzadas del mundo. La educación pública dio un salto espectacular. Millares de obreros recibieron en todo el país, en todas las provincias, enseñanza técnica gratuita. En 1943, la Universidad tenía algo más de 60 mil alumnos. Con Perón llegó a 260 mil. La enseñanza universitaria era gratuita, comedores estudiantiles, apuntes sin cargo impresos en la Fundación Eva Perón, privilegios para los estudiantes que trabajaban, colonias, supresión de exámenes de ingreso, mesas examinadoras mensuales, acortamiento de las carreras, etc. Tal cual lo había reclamado la Reforma del 18, en la Argentina , la enseñanza media y superior dejó de ser una prerrogativa de clase. La salud pública, bajo la dirección de un patriota, Ramón Carrillo, que murió perseguido y pobre en Brasil, insumió 350 millones contra 11 millones en 1943. Nadie ignora que uno de los objetivos del socialismo es la salud de la población. Otro de los objetivos del socialismo es la nacionalización de los servicios públicos. Los servicios públicos nacionalizados no sólo son exigencia de la independencia económica, sino la base de toda soberanía real. Se adquirieron los ferrocarriles británicos. O como dijo Scalabrini Ortiz se compró soberanía. La oposición, en una cerrada acometida, atacó esta brillante operación financiera y política ejecutada por otro patriota, Miguel Miranda. Se dijo que Perón había comprado hierro viejo. Que los ferrocarriles daban pérdidas. Es cierto, daban pérdidas. Lo que no se dijo —hoy tampoco— es que los ferrocarriles dan pérdidas en todos los países del mundo por la simple razón que su misión es de fomento de la economía nacional, o sea, que tales pérdidas son ampliamente compensadas por el desarrollo de regiones, ciudades, plantas industriales, etc., próximas a las redes ferroviarias.

El único país del mundo cuyos ferrocarriles han producido ganancias es EE.UU. Pero en 1970, el mayor sistema ferroviario de EE.UU., el Pen Central Transportation Company se declaró en bancarrota. Durante Perón, se nacionalizaron los puertos. La marina mercante llegó a ser una de las mayores del mundo, adelante incluso, de Rusia. Cosa que pocos argentinos conocen. La casi totalidad de la producción nacional fue transportada por buques argentinos con una capacidad de 1.700.000 toneladas. El comercio exterior —otra disposición inicial y básica de todo país socialista— pasó a ser fiscalizado por el Estado a través del IAPI, la institución más resistida por la oligarquía y las naciones imperiales. Raúl Prebisch, asesor de Lonardi, entre las primeras resoluciones, anunció el aniquilamiento de esta institución. El gas, los teléfonos, las usinas eléctricas existentes y las que se crearon pasaron a dominio del Estado. Los servicios de transportes en su totalidad, fueron nacionalizados. Cuando nacionalizaciones de este tipo fueron aplicadas en Inglaterra por gobiernos laboristas, los izquierdistas cipayos aplaudieron. Cuando las tomó Perón vociferaron: "¡Totalitarismo!" Demás está agregar que en los países socialistas las comunicaciones están nacionalizadas. El consumo de energía, otra de las bases de la socialización de la economía, aumentó en un 69 %, Y.P.F. creció en un 161,5 %. Pero el desarrollo industrial pedía más energía eléctrica, más petróleo, más máquinas. Problemas que han afrontado todos los países socialistas del mundo. Decenas de diques, centrales hidroeléctricas, termoeléctricas, obras fluviales, etc., fueron construidos, o estaban en construcción al caer Perón. Entre 1943 y 1954, la producción de petróleo se triplicó, la de gas se duplicó, la de carbón se multiplicó por nueve. Es falso que la situación del campo empeorase. Raúl Prebisch, un enemigo, en 1949 reconoció que la economía agropecuaria se había fortalecido. Las carnes de exportación, gracias a un negociador enérgico, Miguel Miranda, obtuvieron precios beneficiosos al país y no decretados, como hasta entonces, por Inglaterra. El campo fue tecnificado en amplitudes desconocidas hasta entonces. El valor de las exportaciones giró de 451 millones en 1943 a 3039 millones en 1947. Millares de medianos y pequeños agricultores entraron en posesión de sus tierras. Los peones rurales ascendieron a una vida digna; 50.000 chacareros lograron la posesión de sus campos. La renta nacional aumentó en un 55 %. La independencia económica permitió al país comerciar, en contratos bilaterales, con los países comunistas. La Argentina fue el país que alcanzó, en toda Iberoamérica, el mayor volumen de comercio con Rusia. Pero el P. Comunista gritaba "¡Fascismo!". El analfabetismo, con millares de escuelas construidas, se redujo al 3 %. Hoy, agremiaciones docentes estiman que la Argentina tiene un índice del 40 % de analfabetos o semianalfabetos. Se construyeron 500.000 viviendas para 5 millones de personas; 8.000 escuelas, más que en toda la historia de la Argentina. Y 70.000 obras públicas hoy se levantan a lo largo del país como testigos de aquellos días de grandeza nacional. El II Plan Quinquenal, que destinaba $ 35.000 millones de moneda de entonces, estaba financiado y en plena ejecución. Las bases de la industria pesada colocadas. Un argentino insospechable comparaba la política de Perón con la de los países comunistas. Este escritor nacional se llamaba Raúl Scalabrini Ortiz.

Obviamente que la mayoría de estos logros fueron destruidos por los sucesivos gobiernos militares que le procedieron, gobiernos donde el Partido Socialista apoyo, y lo peor, participo aportando sus principales figuras para desempeñar distintos cargos. Recordemos, a solo Ej. De Alfredo Palacios como embajador en Uruguay y de Américo Ghioldi también como embajador en Portugal durante la última dictadura militar, como así también recordar la intención de un grupo importante de afiliados, que al retornar la democracia quiso llevar adelante una alianza electoral con el Partido de la Democracia Social para las elecciones de 1983 (hay que aclarar que este partido es el que había fundado Emilio E. Massera)

Estos desaciertos han tenido como principal resultado el alejamiento por parte del socialismo de las clases populares, y hoy la realidad muestra, que salvo algunas excepciones, los centros, las viejas Casa del Pueblo, no sean lugares donde concurran la clase obrera, que exista un recelo para todo lo que sea peronista, como lo demuestran dos hechos puntuales: en la década del 90 existía un acercamiento, en el marco de la Alianza ; a las fuerzas de centro conservadoras (UCR, PDC) y no el Frente Grande, la razón: los seguidores de esta última agrupación política provenían en su gran mayoría del Partido Justicialista . En el transcurso del año pasado se llevaron adelante elecciones partidarias, la agrupación que trabaja junto al gobierno nacional obtuvo nada más que el 10 % de los votos; es decir que el 90 % de los socialistas esta en contra de integrar un gobierno popular.

Vaya paradoja, en ese 10% de afiliados socialistas, en esa pequeña minoría, tiene a sus espaldas la difícil tarea de devolverle al socialismo el lugar de donde nunca se tenía que haber ido: junto al pueblo

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