19/2/10

Cachorros debatiendo por mail

Durante algunos días asistí como espectador a un ciber - debate (por mail) entre un grupo de casi 50 personas, con direcciones a la vista. El mail se llama "cahorros". Obviamente se hablaba de política. Contrapuntes y discusiones muy enriquecedoras. Cuando llegó el momento de recibir el correo de Francisco Rodríguez, le presté mucha atención porque empezó hablando de sindicalismo y finalmente realiza una mirada y un interrogante muy propicio sobre la constante estigmatización de la política. Me ha parecido tan interesante su reflexión que le pedí permiso para postearlo en el blog. Espero que les guste y los haga pensar un rato.

Acá va.


Recuerdo que hace unos cuantos años, conversando con un compañero de oficina, él sostenía que la mayoría de los sindicalistas eran corruptos y traidores, que él lo sabía de “fuentes confiables” porque un pariente, un tío, creo, dueño de una empresa de no sé qué, le contaba que periódicamente tenía que coimear a los delegados para que no le hicieran reclamos y huelgas.
Yo dije que para que alguien cobre una coima, tiene que haber quien la pague. Es decir que hacen falta por lo menos dos corruptos, uno no alcanza.
Él me dijo que yo tenía razón, pero que en todo caso, la finalidad del empresario es el lucro, por lo que su falta (pagar una coima) es menor, ya que propende a tal fin. El pecado del delegado (cobrar la coima) además de un ilícito es una traición a sus compañeros que lo eligieron para que defienda sus intereses, no los de la patronal.


Yo tengo la sensación de que esta idea subyace en el subconsciente de nuestra sociedad, de todos nosotros. Hagamos un ejercicio de memoria: pensemos en sonados casos de corrupción y asociémoslos con los nombres y apellidos de sus protagonistas.
A mí se me ocurren, por ejemplo, “Contrabando de armas – Menem” (el turco es una fuente inagotable); “Pollos – Mazzorin”; “Boliches de Pinamar – Porretti”; “Escuela Shopping – Grosso”. ¡Sólo recuerdo nombres de políticos y funcionarios!
Haciendo otro esfuerzo de memoria, podría nombrar jefes de policía, jueces y burócratas sindicales, pero sin recordar los escándalos puntuales.
¡No recuerdo el nombre de un solo empresario vinculado a casos de corrupción! Ni siquiera en los casos que trascendieron con nombres de empresas. IBM – Banco Nación, por ejemplo.


Posiblemente muchos de ustedes, más informados o más memoriosos, al hacer este juego de retentiva, sí recuerden empresarios o dirigentes económicos, pero apuesto que la cantidad de políticos, jueces y funcionarios será siempre muchísimo mayor.


En el caso de la fabulosa crisis internacional, (aunque como dijo Cristina, hay que hablar de “estafa”, no de “crisis”) que además de reciente, actual, es incomparable por su magnitud, si apelo sólo a mi memoria, sin recurrir a Internet, podría nombrar J.P. Morgan, Lehrman Brothers, gobierno de G. W. Bush, pero ni un solo apellido de algún financista. ¡Y eso que afanaron masas astronómicas de guita!


¿Cómo se fue construyendo esta idea de que los poderes económicos son algo así como terremotos o huracanes, que pueden hacer mucho daño naturalmente, pero son inocentes, inimputables?


¿Por qué echó raíces profundas el concepto de que la política es casi siempre sucia, venal, turbia y de fines inconfesables?


¿A quién le sirve la creencia generalizada de que el único sindicalista honesto fue aquel de la anécdota que memoraba Sábato? Ese que en una manifestación cayó desmayado de hambre, y cuando la policía después le preguntó por qué no había comido, si llevaba cinco mil pesos en el bolsillo, respondió: “Ese es dinero del sindicato”.


¿Por qué cuando se habla o se escribe de “el Poder”, así nomás, a secas, se alude al poder político? Y encima casi siempre con un tono más o menos peyorativo. Y eso que es el menos poderoso de los poderes, el más cambiante y fluctuante, el único en el que puede llegar a tener alguna cabida la representación de los que no tienen poder alguno.


Son preguntas, nomás, para que reflexionemos entre todos.


¿Es inmoral hacer construcciones políticas (partidarias, parlamentarias, ejecutivas) para limitar y reglar el poder de las corporaciones económicas?


¿Es deshonesto ser representados por sindicatos fuertes, capaces de discutir, negociar y plantarse?



Francisco Rodríguez

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