17/6/09

MI AMIGO MARIO

Recuerdo aquella tarde con una increíble nitidez. No se porque, pero aún cuando los hechos posteriores me han demostrado fehacientemente lo contrario, sigo pensando que fui parte de algo histórico, delimitante, visagreo (si es que los intelectuales me permiten el término).
Llegue a la escuela número uno a eso de las cuatro de la tarde y antes de entrar ya se percibía el nerviosismo. Era bastante vertiginoso ver las corridas de un lado a otro de los colaboradores de el. Se corría la bola que a último momento le habían “metido” como dos colectivos de votos en contra y que era necesario salir a buscar más “amigos”, parientes y vecinos que lo votaran. Entré y voté. Luego fui a buscar a unos amigos, parientes y vecinos y volví a la uno. ¿Será por eso que me sentí parte?, ¿Será por eso que me alegré? ¿Será por eso que lo sentí próximo, similar?
A la hora de contar los votos fue victoria. Mario le había ganado al vasco Miguel por primera vez las internas y sería el candidato a intendente.
La historia, claro, comenzó muchos años atrás, cuando Mario, casi con la hidalguía de aquel que se embarca sabiendo de antemano que naufragará irremediablemente, decidió que el vasco Miguel no era lo correcto. Ni siquiera la aplastante mayoría del vasco detuvo el ideal de Mario. Solo dijo no y lo enfrentó en internas con paupérrimos resultados que nunca lo doblegaron. Siguió y siguió. Ganó en experiencia, fue creciendo en votos, pero fue derrotado democráticamente cada vez. Apostó siempre a que en algún momento “el tiempo está a favor de los pequeños”. Tuvo razón. Esa noche donde logró un triunfo inapelable sobre su correligionario, el tiempo estuvo a favor de esa otra cara del Radicalismo que representa más a los pibes de barrio que a la pequeña burguesía chacarera.
Esa noche, muchos amigos de Mario, que hoy no están a su lado, esos que se embarcaron con él, consientes como él, de un seguro naufragio, festejaron con genuina y real alegría que el “día había llegado”.
Mario llegó a intendente. Mario incluso “bajó” un escalón para ser lo que quería ser y tener la oportunidad de mostrar porque quería serlo. Si hubiese sido por conveniencia hubiera seguido en su cargo de diputado provincial y desde allí… ¿quien puede objetar que la magia de la política partidaria de alianzas lo hubiera puesto en mejores lugares? Senador, Diputado nacional (escondido quizá en alguna lista sábana), o asesor, o secretario o director, o ministro. Cualquier cargo hubiera sido útil para que a los 50 años se retirara a lo que quisiera.
Mario no. Mario fue intendente.
Entre la abulia de un cargo “fácil” y la exposición de un intendente, Mario eligió el compromiso. Mario eligió mostrarle a todos los juninenses porque durante tantos años se opuso a ese hombre de campera de pana marrón y de manos restregadas ante cada pregunta comprometedora.
Mario.
Hizo y no, lo que pudo, lo que negoció y lo que le dejaron hacer.
Esos abrazos de la noche triunfal de internas se fueron distanciando y otros abrazos menos amigos fueron llegando. Se desradicalizó, se transversalizó, se destranversionalizó, se quiso radicalizar otra vez, se ruralizó, se ultraruralizó, se cobobizó y se mediatizó. (Sepan disculpar los intelectuales y los relevadores de la Real Academia Española)
En medio de eso fue por la reelección y lo logró.
Mario.
Aquel Mario que ni siquiera tenía un lugar para reunirse la primera vez que se atrevió a estar contra el vasco Miguel.
Todo eso hizo y fue Mario. Mientras tanto en la ciudad se hicieron y no se hicieron cosas. Pero no importa, o mejor dicho, no son motivo de análisis en esta opinión.
Sólo importa imaginarse la adrenalina, las lágrimas, la emoción, las juramentaciones, los abrazos sudados y sinceros, los recuerdos brotando como sangre urgente, la sensación latente, orgásmica y soberana de aquella noche irrepetible donde al final “el tiempo está a favor de los pequeños”. Esa noche que Mario, por primera vez le había ganado al vasco Miguel las internas y sería el candidato a intendente.
Un gol. Un golazo. Si, el grito de un gol en tiempo de descuento y contra tu rival de toda la vida.
¿Qué intereses, que ideales, que minuto de estupidez, que encrucijada, que compañías, que conciencia, que valores, que ley, que fundamento que sostenga su origen… que puta razón hizo Mario se pusiera del lado del campo?
En la figura del vasco Miguel, ese hombre de campera de pana marrón y de manos restregadas ante cada pregunta comprometedora, la determinación hubiera sido previsible. Pero en Mario no. Uno hubiera esperado de Mario que no apoyara a la Sociedad Rural. ¿De que lado estaban esa noche que “el tiempo estuvo a favor de los pequeños”?
Quizá sea más esclarecedor para esta parte de mi opinión, recordar a Rodolfo Walsh (A estas alturas para mi es imposible no estar influenciado por su visión) cuando entre sus borradores (luego publicados en Ese Hombre y otros papeles personales) alude en un par de párrafos su efímero paso por Junín. “…la mentalidad de sus pequeños burgueses, sus médicos y abogados, que se desgarran el alma ganando dinero, traicionando sus rebeldías anteriores, adecuándose por fin al engranaje …”
Mario cambio. O no cambió nunca y no nos dimos cuenta. Lo que sea. Seguro no es el mismo Mario que esa noche de internas radicales lloró de emoción verdadera. Cambió. O miente hoy o mintió esa noche. Mario. Mario Andrés Meoni. Intendente de Junín (Bs. As.)

Mi amigo Mario vive en la Patagonia desde hace más de 20 años. Nos conocimos en Baigorrita hace algunos años más que esos 20 y lo curioso es que pensábamos que iríamos cambiando de ideales a medida que nos hiciéramos más burgueses y más viejos. O no cambiamos o somos eternamente jóvenes y paupérrimamente pobres.
Mario se llama. Igual nombre, distinto hombre.
Mi amigo Mario es coherente desde hace mucho. Mucho más que esos 20 años sin pampa. Siempre estuvo cerca pese a la interminable distancia geográfica. Aunque venga por un vino y un vacío jugoso cada dos o tres años y yo haya recorrido los casi dos mil kilómetros que nos separan menos veces que él, está siempre presente. El estuvo en Cutral-co y en Plaza Huincul cuando lo de Teresa Rodríguez y en Neuquén cuando lo de Zanón. El estuvo y está comprometido con su sindicato y no tiene licencia gremial. El está convencido, como yo, que alguno de estos días, “el tiempo va a estar a favor de los pequeños” sin importar un carajo si lo veremos o no.
El, mi amigo Mario, refiriéndose a la burguesía agraria que llevó adelante el lock out contra el pueblo argentino, escribió que: “…quienes promovieron todos esos humores se pongan a pensar y acaben alguna día de entender que después no sirve de nada ir a rezar a la Iglesia, que hay que ser bueno de verdad, no "para la tribuna". Todavía se puede cambiar... “, y yo, como mi amigo Mario de la Patagonia, de la Cordillera del Viento, firmo “con mis dos manos y hasta en el canto de la hoja” lo que dice. Porque alguno de estos días, al final, de verdad y para siempre, quedará demostrado que “el tiempo está a favor de los pequeños”.

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