SOBRE LA CONSTRUCCION POLITICA Y EL PODER PRESTADO. SOBRE EL COMPROMISO Y EL SINCERAMIENTO DE UNA VERDADERA MILITANCIA.
En la 11va edición del conocido libro “Quien mató a Rosendo” del irremplazable Rodolfo Walsh, el editor escribe textual en un tramo de su epílogo acerca de Raimundo Villaflor “Raimundo, de quien Walsh escribió el cálido retrato que ocupa el primer capítulo de este libro, desapareció en agosto de 1979, cuando seguía siendo un militante de base del gremio metalúrgico. Junto con el desapareció su compañera, Elsa Martínez. Y un día antes fueron secuestrados Josefina Villaflor, la otra hermana de Raimundo y su esposo, José Luis Hassan. La larga mano de la represión militar se cebó con los Villaflor, esa familia de activistas que en Avellaneda representaban una tradición de hombres y mujeres a los que se podía matar, pero no comprar. Josefina Villaflor era asesora gremial de la Federación Gráfica Bonaerense cuando desapareció, en los tristes días de 1979. Y otra Villaflor, la Azucena Villaflor, que las Madres de Plaza de Mayo levantaron como bandera de todas ellas, madre de un muchacho que desapareció acompañado por su novia, también fue secuestrada en septiembre de 1977, en Sarandí a dos cuadras del puente.”
Es importante reflexionar sobre esa construcción política, en el contexto de obreros comprometidos, dando una doble pelea. Contra la patronal, en busca de mantener y hacer valer los derechos obtenidos con sangre, y contra la creciente deformación de los sindicatos cómplices de esa patronal. La fortaleza de esa construcción era de tal compromiso que llevó a toda una familia a una trágica historia marcada por la injusticia y la violencia intolerante de un poder que se disfraza pero siempre es el mismo. Pero a su vez ese compromiso, basado en construcción política, en valor y corazón llevó a esa familia a la inmortalidad, desde el punto de vista del ejemplo de lucha y entrega. De poner el cuerpo y el alma por una idea.
Luego, ya sabemos muy bien lo que vino luego. No es casual que treinta mil compañeros que lideraron el intento de afianzar un modelo de país ya no estén para acompañarnos en la lucha.
Muchos años más tarde. Recién en el 2003, se retoma el rumbo cercenado violentamente por la más sangrienta dictadura militar funcional a los sectores económicos más poderosos del país.
No hubo tiempo para una construcción política más sólida. La coyuntura hizo que lo más urgente tuviera preponderancia sobre lo importante. El poder prestado, por aparatos traspasados por la corrupción y hasta con rasgos mafiosos, por sindicatos “adaptados” a una nueva forma de hacer política y por un progresismo tibio y sin experiencia y unos pocos sobrevivientes de ese intento de cambio en los setenta, posibilitó que muy cautelosamente se avanzara de manera lenta pero en un buen sentido. Tratando de darle solución a lo más inmediato como la tremenda marginalidad e indigencia, y comenzando con una fuerte política de reparación histórica sobre derechos humanos y justicia, pero cuidando de no tocar los intereses económicos de esos sectores poderosos de siempre. Es verdad que una parte de la sociedad, la de siempre, nos condenó desde ahí, y se guardó la factura, por llevar adelante esa reparación histórica. Pero también es verdad que ninguna embajada se puso nerviosa por el rumbo del gobierno por dos razones. Nunca dejamos de pagar y hasta cancelamos deuda y el contexto internacional, respecto de los enemigos que siempre necesitan los imperios, hoy mira hacía el mundo árabe.
Así se continuó con el avance. Es real que se generaron cuatro millones de nuevos puestos de trabajo y un millón setecientas mil jubilaciones. Es verdad que se pudo cambiar la corte suprema y rescatarla de la bochornosa corrupción menemista.
Todo se hizo sin una construcción política. Y no es una crítica. No hubo tiempo. Es verdad que no hubo tiempo. Aunque cuatro años parece mucho, para realizar esa construcción se necesita más. Luego de ese tiempo de cuatro años y con la batalla contra el campo perdida, al menos por ahora, se puede contar como construcción política fiel al Kirchnerismo a un sector progresista del peronismo, algunas organizaciones sociales y algunos sindicatos. Lo demás es poder prestado. Poder que va a jugar en tanto se favorezca y no se apueste ese poder que ostentan. En cuanto se arriesgue “eso” que los ha mantenido allí, no estarán más de nuestro lado, y lo que es peor es que estarán en el bando de enfrente. Es memorable lo que ha hecho, entonces, un grupo de personas solas. Hasta acá nosotros tenemos logros sin riesgos. Sin poner el cuerpo.
Al asumir Cristina e intentar profundizar el modelo, allí donde hizo falta apretar un poco el acelerador para iniciar la otra reparación histórica, allí donde se empezó a insinuar a quien había que sacarle para hacer esa reparación que la pseudo progre izquierda de barrio norte reclama y promete, se armó la derecha, esos progre vieron una oportunidad, el peronismo de derecha se relamió, la sociedad despolitizada nos pasó la factura de los derechos humanos y lo único que nos quedó fue la movilización en colectivo a los actos. Encima, hasta eso perdimos. Porque el campo nos ganó la calle.
Dónde fallamos? Donde estuvieron esos cuatro millones de compañeros que accedieron a un trabajo, donde esos casi dos millones de jubilados. Donde? Que hizo que el pueblo mirara TN y repitiera sin parar las frases de Morales Solá, Bonelli, o algún otro fiel servidor del poder? Que posibilitó que Patricia Bulrich y Carrió traspasaran con sus mentiras a nuestros compañeros? Que pase de magia convirtió a De Angeli en un luchador por los derechos de los pobres con apóstoles repartidos en cada pueblo? Que ha logrado que el relato sobre la realidad de La Nación o Clarín fuera más predominante que la propia realidad que la sociedad tenía todo el tiempo frente a sus narices?
La falta de construcción política.
Es hora de reconocer que hasta acá llegamos.
Con esta acumulación realizada hasta ahora se hizo hasta acá. Se logró esto. Si queremos más, tenemos que ser capaces de liderar esa construcción los propios militantes.
Es hora de salir de nuestras reuniones onanistas de cafecito. Es hora de reaccionar y dejar de comprarnos el papel de que somos los revolucionarios que vamos a cambiar el país. Es el momento de reaccionar y salir de la nube de porro setentista. Es hora de dejar de leer tantos libritos y aplicar alguna práctica de lo que dicen los mismos.
Debemos ser capaces de estar a la altura de las circunstancias y liderar la construcción poniendo el cuerpo. Hay que volver a los barrios y lograr que los trabajadores, los humildes, los desocupados, los compañeros que pasan necesidades puedan confiar en el modelo de país que queremos para todos. Es hora de darle valor a esos compañeros y no contarlos como ganado para subirlos a un colectivo.
El modelo productivista, de justicia social y distribución de la riqueza no necesita actos grandilocuentes para sostenerse. En el mismo modelo está implícita la forma de construcción política. No podemos creernos que vamos a cambiar las cosas para que los pobres estén mejor si no los incluimos en esa construcción necesaria para profundizar el cambio.
Este es un modelo de inclusión y por tanto, es necesario trabajar en la construcción política que lo respalde, pero desde el mismo lugar. No podemos arrogarnos una representación a la que no incluímos.
Este modelo necesita que cada compañero que se beneficie este conciente de eso. Este comprometido con eso. Este dispuesto a discutir por eso y salir a la calle a manifestarse a favor de ello en forma natural y espontánea. Una vez convencido cada compañero no hay poder prestado que pueda presionarnos.
Es necesario que fortalezcamos ese trabajo territorial para que los medios de comunicación que juegan para el establishmen, no logren traspasar a la sociedad nuevamente con sus mensajes.
Es hora de comprender que no se es un revolucionario porque se escuchan temitas de la bersuit, se lee un par de libros. No hay que disfrazarse de pobre para comprometerse con un país más justo.
Es hora de levantar las banderas de esos treinta mil compañeros con orgullo y con conciencia que, quienes las llevaban, murieron por defenderlas.
El trabajo que hay por delante es inmenso. Nos toca nada más ni nada menos que politizar a los compañeros nuevamente. Esta vez va a ser más duro. Los 30 años no pasaron en vano para la derecha. Se desmovilizó desde los medios. Hoy hay que volver a movilizar. Pero no un colectivo compañeros. Movilizar desde adentro. Desde las tripas. Tenemos que ser capaces de realizar una tarea mormónica en cada barrio.
Si no somos capaces de hacerlo. No hagamos más elucubraciones analíticas sobre la macro política o sobre los comportamientos sociales de un pueblo que no puede hacer pié nunca.
Si no estamos dispuestos a movilizarnos y movilizar de verdad, es bueno que nos volvamos al calor confortable de nuestra vida burguesa y dejemos esto como está.
El campo fue una prueba de límite a este poder prestado que hoy tenemos. Lo único positivo es haber visto con claridad quienes están a favor y quienes no.
A partir de ahora, ante cada acción del gobierno popular, que intente apuntalar el modelo, que intente profundizarlo, seremos combatidos con la misma o con mayor fuerza.
La obtención de una batalla ha fortalecido a los que son funcionales y dueños del poder económico que nos agobió siempre.
Hoy mismo hay que salir. Es momento además. Algunas mejoras se van a sentir en los bolsillos. Es la oportunidad de militar esas mejoras y capitalizarlas. No dejarlas escapar como a las demás.
Hay que salir ahora mismo a trabajar como hormigas y construir ese poder propio que nos permita darle al gobierno popular la fuerza de pisar el acelerador e ir más allá. Es hora de salir a poner el cuerpo por lo hemos soñado. Por esa patria grande de verdad. Que nos incluya a todos.
Por eso compañeros, debemos ser, cada uno de nosotros, como un Raimundo Villaflor. De lo contrario, con poder prestado, estamos entregando la lucha antes de darla.
Desde mi convicción y compromiso
En la 11va edición del conocido libro “Quien mató a Rosendo” del irremplazable Rodolfo Walsh, el editor escribe textual en un tramo de su epílogo acerca de Raimundo Villaflor “Raimundo, de quien Walsh escribió el cálido retrato que ocupa el primer capítulo de este libro, desapareció en agosto de 1979, cuando seguía siendo un militante de base del gremio metalúrgico. Junto con el desapareció su compañera, Elsa Martínez. Y un día antes fueron secuestrados Josefina Villaflor, la otra hermana de Raimundo y su esposo, José Luis Hassan. La larga mano de la represión militar se cebó con los Villaflor, esa familia de activistas que en Avellaneda representaban una tradición de hombres y mujeres a los que se podía matar, pero no comprar. Josefina Villaflor era asesora gremial de la Federación Gráfica Bonaerense cuando desapareció, en los tristes días de 1979. Y otra Villaflor, la Azucena Villaflor, que las Madres de Plaza de Mayo levantaron como bandera de todas ellas, madre de un muchacho que desapareció acompañado por su novia, también fue secuestrada en septiembre de 1977, en Sarandí a dos cuadras del puente.”
Es importante reflexionar sobre esa construcción política, en el contexto de obreros comprometidos, dando una doble pelea. Contra la patronal, en busca de mantener y hacer valer los derechos obtenidos con sangre, y contra la creciente deformación de los sindicatos cómplices de esa patronal. La fortaleza de esa construcción era de tal compromiso que llevó a toda una familia a una trágica historia marcada por la injusticia y la violencia intolerante de un poder que se disfraza pero siempre es el mismo. Pero a su vez ese compromiso, basado en construcción política, en valor y corazón llevó a esa familia a la inmortalidad, desde el punto de vista del ejemplo de lucha y entrega. De poner el cuerpo y el alma por una idea.
Luego, ya sabemos muy bien lo que vino luego. No es casual que treinta mil compañeros que lideraron el intento de afianzar un modelo de país ya no estén para acompañarnos en la lucha.
Muchos años más tarde. Recién en el 2003, se retoma el rumbo cercenado violentamente por la más sangrienta dictadura militar funcional a los sectores económicos más poderosos del país.
No hubo tiempo para una construcción política más sólida. La coyuntura hizo que lo más urgente tuviera preponderancia sobre lo importante. El poder prestado, por aparatos traspasados por la corrupción y hasta con rasgos mafiosos, por sindicatos “adaptados” a una nueva forma de hacer política y por un progresismo tibio y sin experiencia y unos pocos sobrevivientes de ese intento de cambio en los setenta, posibilitó que muy cautelosamente se avanzara de manera lenta pero en un buen sentido. Tratando de darle solución a lo más inmediato como la tremenda marginalidad e indigencia, y comenzando con una fuerte política de reparación histórica sobre derechos humanos y justicia, pero cuidando de no tocar los intereses económicos de esos sectores poderosos de siempre. Es verdad que una parte de la sociedad, la de siempre, nos condenó desde ahí, y se guardó la factura, por llevar adelante esa reparación histórica. Pero también es verdad que ninguna embajada se puso nerviosa por el rumbo del gobierno por dos razones. Nunca dejamos de pagar y hasta cancelamos deuda y el contexto internacional, respecto de los enemigos que siempre necesitan los imperios, hoy mira hacía el mundo árabe.
Así se continuó con el avance. Es real que se generaron cuatro millones de nuevos puestos de trabajo y un millón setecientas mil jubilaciones. Es verdad que se pudo cambiar la corte suprema y rescatarla de la bochornosa corrupción menemista.
Todo se hizo sin una construcción política. Y no es una crítica. No hubo tiempo. Es verdad que no hubo tiempo. Aunque cuatro años parece mucho, para realizar esa construcción se necesita más. Luego de ese tiempo de cuatro años y con la batalla contra el campo perdida, al menos por ahora, se puede contar como construcción política fiel al Kirchnerismo a un sector progresista del peronismo, algunas organizaciones sociales y algunos sindicatos. Lo demás es poder prestado. Poder que va a jugar en tanto se favorezca y no se apueste ese poder que ostentan. En cuanto se arriesgue “eso” que los ha mantenido allí, no estarán más de nuestro lado, y lo que es peor es que estarán en el bando de enfrente. Es memorable lo que ha hecho, entonces, un grupo de personas solas. Hasta acá nosotros tenemos logros sin riesgos. Sin poner el cuerpo.
Al asumir Cristina e intentar profundizar el modelo, allí donde hizo falta apretar un poco el acelerador para iniciar la otra reparación histórica, allí donde se empezó a insinuar a quien había que sacarle para hacer esa reparación que la pseudo progre izquierda de barrio norte reclama y promete, se armó la derecha, esos progre vieron una oportunidad, el peronismo de derecha se relamió, la sociedad despolitizada nos pasó la factura de los derechos humanos y lo único que nos quedó fue la movilización en colectivo a los actos. Encima, hasta eso perdimos. Porque el campo nos ganó la calle.
Dónde fallamos? Donde estuvieron esos cuatro millones de compañeros que accedieron a un trabajo, donde esos casi dos millones de jubilados. Donde? Que hizo que el pueblo mirara TN y repitiera sin parar las frases de Morales Solá, Bonelli, o algún otro fiel servidor del poder? Que posibilitó que Patricia Bulrich y Carrió traspasaran con sus mentiras a nuestros compañeros? Que pase de magia convirtió a De Angeli en un luchador por los derechos de los pobres con apóstoles repartidos en cada pueblo? Que ha logrado que el relato sobre la realidad de La Nación o Clarín fuera más predominante que la propia realidad que la sociedad tenía todo el tiempo frente a sus narices?
La falta de construcción política.
Es hora de reconocer que hasta acá llegamos.
Con esta acumulación realizada hasta ahora se hizo hasta acá. Se logró esto. Si queremos más, tenemos que ser capaces de liderar esa construcción los propios militantes.
Es hora de salir de nuestras reuniones onanistas de cafecito. Es hora de reaccionar y dejar de comprarnos el papel de que somos los revolucionarios que vamos a cambiar el país. Es el momento de reaccionar y salir de la nube de porro setentista. Es hora de dejar de leer tantos libritos y aplicar alguna práctica de lo que dicen los mismos.
Debemos ser capaces de estar a la altura de las circunstancias y liderar la construcción poniendo el cuerpo. Hay que volver a los barrios y lograr que los trabajadores, los humildes, los desocupados, los compañeros que pasan necesidades puedan confiar en el modelo de país que queremos para todos. Es hora de darle valor a esos compañeros y no contarlos como ganado para subirlos a un colectivo.
El modelo productivista, de justicia social y distribución de la riqueza no necesita actos grandilocuentes para sostenerse. En el mismo modelo está implícita la forma de construcción política. No podemos creernos que vamos a cambiar las cosas para que los pobres estén mejor si no los incluimos en esa construcción necesaria para profundizar el cambio.
Este es un modelo de inclusión y por tanto, es necesario trabajar en la construcción política que lo respalde, pero desde el mismo lugar. No podemos arrogarnos una representación a la que no incluímos.
Este modelo necesita que cada compañero que se beneficie este conciente de eso. Este comprometido con eso. Este dispuesto a discutir por eso y salir a la calle a manifestarse a favor de ello en forma natural y espontánea. Una vez convencido cada compañero no hay poder prestado que pueda presionarnos.
Es necesario que fortalezcamos ese trabajo territorial para que los medios de comunicación que juegan para el establishmen, no logren traspasar a la sociedad nuevamente con sus mensajes.
Es hora de comprender que no se es un revolucionario porque se escuchan temitas de la bersuit, se lee un par de libros. No hay que disfrazarse de pobre para comprometerse con un país más justo.
Es hora de levantar las banderas de esos treinta mil compañeros con orgullo y con conciencia que, quienes las llevaban, murieron por defenderlas.
El trabajo que hay por delante es inmenso. Nos toca nada más ni nada menos que politizar a los compañeros nuevamente. Esta vez va a ser más duro. Los 30 años no pasaron en vano para la derecha. Se desmovilizó desde los medios. Hoy hay que volver a movilizar. Pero no un colectivo compañeros. Movilizar desde adentro. Desde las tripas. Tenemos que ser capaces de realizar una tarea mormónica en cada barrio.
Si no somos capaces de hacerlo. No hagamos más elucubraciones analíticas sobre la macro política o sobre los comportamientos sociales de un pueblo que no puede hacer pié nunca.
Si no estamos dispuestos a movilizarnos y movilizar de verdad, es bueno que nos volvamos al calor confortable de nuestra vida burguesa y dejemos esto como está.
El campo fue una prueba de límite a este poder prestado que hoy tenemos. Lo único positivo es haber visto con claridad quienes están a favor y quienes no.
A partir de ahora, ante cada acción del gobierno popular, que intente apuntalar el modelo, que intente profundizarlo, seremos combatidos con la misma o con mayor fuerza.
La obtención de una batalla ha fortalecido a los que son funcionales y dueños del poder económico que nos agobió siempre.
Hoy mismo hay que salir. Es momento además. Algunas mejoras se van a sentir en los bolsillos. Es la oportunidad de militar esas mejoras y capitalizarlas. No dejarlas escapar como a las demás.
Hay que salir ahora mismo a trabajar como hormigas y construir ese poder propio que nos permita darle al gobierno popular la fuerza de pisar el acelerador e ir más allá. Es hora de salir a poner el cuerpo por lo hemos soñado. Por esa patria grande de verdad. Que nos incluya a todos.
Por eso compañeros, debemos ser, cada uno de nosotros, como un Raimundo Villaflor. De lo contrario, con poder prestado, estamos entregando la lucha antes de darla.
Desde mi convicción y compromiso
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