Francisco esta por ahí, dando vueltas, hinchando las pelotas con la guitarra que le regalamos para navidad, pateando una pelota adentro de la casa, con el peligro que ese pique rebote para el lado contrario y rompa un adorno o un vidrio. A veces no se lo escucha, esta arriba, en una especie de altillo transformado en tugurio mugriento al que lo llame “estudio” y terminó siendo depósito y el lugar de la compu, jugando a los jueguitos, navegando por la red o consultando su correo electrónico al que nunca le llega nada importante ya que sus obligaciones no van más allá de cursar el segundo grado de la escuela primaria.
Francisco es un poco más grande que yo en Marzo del 76, un año y algo más. Pero no creo haber sido yo muy distinto a él… inquieto, inchapelotas, ingenuo. Pregunta, quiere saber, claro en casa hablamos, opinamos y sobre todo puteamos. El sabe, por que le hemos dicho, pero no se si entiende, creo que no mucho. Yo tampoco creo haber entendido en ese momento lo que pasaba y mucho menos lo que iba a pasar casi un año después, ese día de reyes que se llevaron al abuelo de Francisco.
Francisco tiene un viejo de casi 40 años, el que escribe. Francisco cree que soy Dios… pobre Hijo. Yo seguro pensaba de la misma forma en mi Papá, pero me pusieron los pies sobre la tierra de prepo, al mismo tiempo en que mi Dios caía asesinado sobre esa misma tierra.
Francisco pregunta, algo entiende, de a poco un poco más, pero claro, en casa se habla y mucho, se explica y se cuenta a todo el que quiera y no escuchar.
Fran sigue por ahí, cada tanto me llama, PAAPAAAA!... como me hubiera gustado poder llamarte viejo, pero así las cosas. No callar es la forma que encuentro de estar llamándote siempre.
Francisco esta aprendiendo la historia reciente de su familia y de su país en un momento que yo nunca creí vivir, por que ya no solo son nuestras palabras las que mantienen la memoria, esta además la voluntad política del estado de poner claro sobre oscuro y juzgar a los responsables del genocidio mas grande de nuestra argentina del siglo XX.
Más voces como la mía, más franciscos que sepan, más gente que entienda y comprenda, para que NUNCA MAS tengamos que vivir hijas e hijos, madres y padres, esposas y esposos la ausencia, para que NUNCA MAS vacíen de conciencia al pueblo y así vaciar nuestra nación.
Federico Tabares, marzo de 2010
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