Por Carlos Girotti (*)
La configuración que llevó al binomio compuesto por Cristina Fernández de Kirchner y Julio César Cleto Cobos a los más altos cargos institucionales, ya no es la misma. Es como aquella copa de cristal, que lanzada al piso se astillara en mil pedazos pero que, al revés, es decir, lanzando los trozos, jamás podría volver a ser una copa. Con el gobierno ocurre exactamente eso, ya no volverá a ser el que fue. El proceso que se inició con el “voto no positivo” y se profundiza ahora con las actitudes del vicepresidente, es irreversible. ¿Hay vida después de Cobos?
Por primera vez, la presidenta explicitó que el vicepresidente quería ser presidente antes de 2011 y, al hacerlo, puso de manifiesto que el horno ya no está para bollos. O lo que es igual: que el escenario que llevó al kirchnerismo a la llamada Concertación Plural ha sido modificado. Los primeros y rápidos indicios de que el sistema de alianzas urdido en las postrimerías del mandato de Néstor Kirchner se deshacía, aparecieron con la frustrada implementación de las retenciones móviles. Al unísono, varios y connotados aliados se cruzaron de vereda, al tiempo que otros, que nunca se habían asociado al oficialismo, redoblaron sus críticas y pronunciamientos. El coro que reunió a voces tan dispares llegó, por esos días, a tener una afinación digna de mejores obras, aunque no pasaría demasiado tiempo para volver a escuchar la misma polifonía en oportunidad de la conformación del insospechado “Bloque A” en el Congreso. Ahora vuelven a la carga con su pretendida intangibilidad de las reservas y la menos intangible independencia del Banco Central. Algunos, es verdad, enfatizan la cuestión de la deuda externa fraudulenta para diferenciarse del resto, pero al principio clamaron por la pérdida de seguridad jurídica que significaba el desplazamiento del bueno de Martín Redrado de la presidencia del Banco Central.
En cualquiera de estos casos, la situación se ha modificado. ¿Pero quién la modificó? Los pasos dados por el gobierno nacional, desde la Resolución 125 hasta el decreto por el cual echa a Redrado –pasando por la recuperación estatal de las AFJP, la asignación por hijo y otras- comportan un cambio que difícilmente pueda ser menospreciado si se quiere entender esta novedosa situación. No se ha tratado de un camino transitado sin errores. De hecho, el ex presidente Néstor Kirchner admitió –en el reportaje que le hiciera valientemente el periodista Horacio Verbitsky- que él había preferido no avanzar sobre el estatuto del Banco Central ni sobre otros temas sensibles durante su mandato cuando, en verdad, disponía a su favor del más amplio de los consensos populares. La cuestión es que ahora esto no tiene retorno. Es inimaginable que, una vez superada la etapa de las chicanas judiciales, el gobierno no avance sobre la anacrónica independencia del Banco Central y temas afines como la vigente ley de entidades financieras, para no hablar ya de la imprescindible reforma tributaria. Debe hacerlo, está obligado, porque ha sido él mismo quien ha modificado el escenario que lo llevó a tejer las alianzas que ya se han desmadejado. Por cierto, podrá equivocarse nuevamente, sobre todo en la elección del nuevo presidente del Central quien, como mínimo, debería ser alguien política e ideológicamente consecuente con los cambios que se viene produciendo y no un técnico bien visto por los operadores del sistema. Pero en lo que no puede equivocarse es con las funciones y atribuciones del Banco Central. Claro que para avanzar en este sentido precisa de otra configuración de las alianzas y éstas, como está demostrado, no dependen sólo de un enfoque superestructural sino de un entramado que requiere políticas y medidas concretas para sectores sociales de carne y hueso.
Por lo pronto, la presidenta acaba de mover una pieza importante en el tablero, un trebejo que no había sido tocado hasta ahora. Cuando Cristina afirma que Cobos está jugado en llegar a la presidencia antes de 2011 e, incluso, cuando Aníbal Fernández califica a Cleto como el “jefe de facto de la oposición”, lo que están haciendo es sincerar la situación de cara a las grandes mayorías que permanecen ausentes de estos debates. Nada nuevo podría construirse como conjunción política y social si se mantuviera el formalismo ficcional creado con el “voto no positivo” de Cobos. Es más, sostener la ficción protocolar, esto es, no poner a Cobos, a su séquito y a sus instigadores como lo que realmente son –una asociación ilícita para destituir- equivaldría a profundizar el descrédito en la política que anima a millones de mujeres y hombres de trabajo. Por lo mismo, tampoco habría que quedarse en el mero señalamiento. Los palos en la rueda sólo son evidentes cuando ésta se encuentra en movimiento y, sobre todo, cuando se dirige hacia un determinado lugar y no a cualquier otro. Los verdaderos interesados en ese rumbo son quienes deben salir en su salvaguarda, pero para ello el curso debe ser manifiesto, preciso, sin dobleces ni ambigüedades, de modo tal que baste con hablarle al corazón de las mayorías, a su sentimiento más profundo de dignidad, para que su protagonismo y participación directas no sean echados en falta en las horas cruciales.
Porque de esto se trata: las horas cruciales que se avecinan lo son, precisamente, porque reclaman ya no de una intervención mediática ni palabras de ocasión, sino porque la ausencia o la indiferencia de quienes hoy permanecen alejados puede revertirse si sintieran como propia una convocatoria decisiva para profundizar los cambios. Esta posibilidad existe. Hay vida después de Cobos, pero su condición de existencia radica en que, tanto el gobierno como las organizaciones populares realmente interesadas en impedir la destitución, se alíen en un discurso y una práctica política que invite a las mayorías, que no las expulse, que las escuche y dialogue sistemáticamente con ellas.
Dicho esto, no está demás subrayar que en esta situación no valen los consejos. Al contrario, cuanto menos consejeros haya y cuanto menos se crean que lo son, mejor. Cada quien debe arremangarse, sacurdirse el costumbrismo de sus frases hechas, la autocomplacencia de estar de acuerdo sólo consigo mismo y abandonar esa mirada de reojo que te lleva a ver enemigos allí donde apenas hay un tipo con dudas o preguntas. Será un ejercicio novedoso, no exento de riesgos ¿pero es que acaso la vida no entraña riesgos sin dejar de ser, por ello, la vida misma? Aquí, lo que pasa, es que la destitución ha puesto en juego la vida, pero la vida de los demás entendida como noción de futuro, y esto ya no admite cálculos de ninguna índole.
(*) Sociólogo, Conicet / Integrante de Carta Abierta
1 comentario:
Ojalá la oposición de nuestro país pensara en la Argentina y no en su propia quintita. Veremos que resulta de esta opereta veraniega. Por lo pronto ya salieron a desdecirse de lo anteriormente dicho hasta el aburrimiento en cuanto medio se presentaron. Todos están jugando hacia el 2011 y mientras tanto los argentinos....seguimos aguantando a estos mediocres que hablan y hablan.... Saludos.
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