Sábado. Hace 10 horas que ganó la selección Argentina. Mis amores deambulan por la casa disputándose algo que siempre tiene el otro y uno de ellos quiere. Mi amor lee. Está abstraída con un libro de Gabriela Esquivada. Yo hace un largo rato que tengo el copón de vino paciente a mi lado dejando respirar un humilde Quara (Cabernet Sauvignon) del valle de Cafallate.

Cuando ya entré en el autismo de “Ganges”, luego de una versión pirata de "Mundo Arjo", ya había besado dos o tres veces el líquido tinto. Es increíble lo que produce Spinetta en mí. Logra que todas mis endorfinas se pongan de acuerdo en transportarme a una dimensión única. Dimensión en la que el Quara encaja perfecto.

Sería tan fascinante poder hacer un programa de radio de sólo música… Hablar de arte, del misterio que pude lograr que unas notas musicales o una poesía nos conduzca hacia las diferentes cosas de la cotidianeidad con el corazón como único guía.

No creo que sea tan importante al final esta confrontación de convicciones y sentimientos. Rodolfo Walsh se interpeló largo tiempo sobre la posibilidad de ser un escritor burgués entregado a la única isla de la literatura, o al compromiso militante de dar, incluso, la vida por sus convicciones. Al lado de tamaño hombre. Lo mío, con Luis Alberto de fondo y una copa en la mano, es casi una ofensa.
Pero digo… no sería tan malo contar que Peter Doherty nació en Hexham, Northumberland, Inglaterra, y que su madre se llamaba Jacqueline .Que creció en guarniciones de ejército, debido al trabajo de su padre como un oficial del Ejército británico en Belfast, Alemania, y Dorset, y a sus dos hermanas, Amy y Emily y luego soltar a la audiencia el tema Last of the english roses (La última rosa Inglesa) en lugar de estar repitiendo sin parar los 21 puntos de la Coalición por una Radiodifusión Democrática, o la importancia de que, finalmente, las muestras de ADN de los hijos apropiados de Ernestina Herrera de Noble, ya están siendo analizadas en el Banco Nacional de Datos Genéticos.
No es que reniegue de ir, cada vez a mi programa de radio, a dar cuenta de la actualidad política. Me gusta por cierto. Pero siento que la gran batalla cultural que tenemos la obligación de dar sufre estos tremendos retrasos por el gran poder de la restauración conservadora adaptada.
Llevé a dormir a los niños con un beso interminable como siempre, le dije a mi amor que me esperara en la cama con su piel tibia y me puse a escribir esto más la próxima editorial de la radio. Ya habrá tiempo de intentar la transferencia de sensaciones.
Terminar esta botella de vino y volver a escuchar “Resumen Porteño” es un tiempo que puede volver cada vez que yo quiera. Estar a la altura del compromiso histórico es hoy. Y no hay tiempo que perder.
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