1/3/10

Mi opinión sobre Martillo de Plata


Durante algunos años fui, antes que nada fan, muy allegado a Martillo de Plata. Esa banda de Junín que fue bisagra de muchas cosas. Ese trío que supo interpretar y expresar la realidad circundante de una manera increíble, allí cuando el vergonzante momento del Neoliberalismo del Menemato se caía a pedazos y la crisis golpeaba a muchos argentinos y expulsaba a miles de jóvenes a la calle sin sentido. Esos tres tipos que no llegaron más lejos por responsabilidades propias.
Algunos decían que yo era el manager, otros que era el cuarto Martillo, otros que fui quien le dio un empuje decisivo a la banda. Yo creo que sólo fui alguien que, obnubilado por esa locomotora del rock, me puse al servicio de ellos para que lograran hacer conocer más su expresión. Pero...
Fracasaron. Fracasamos.


Yo me acerqué luego de un 21 de septiembre en “La Laguna” donde la banda me flasheó, pero donde vi una actitud anárquica sobre el escenario. Tomé contacto con “El cabeza” y además de halagar la banda le hice críticas constructivas. Luego conocí a Carlos y a los pocos días a “Sebas”. Ellos fueron generosos conmigo y me dejaron hacer aportes de tipo marketinero y comercial (no en lo musical) y allí empezamos esa relación a la que sólo me unió las ganas de que cada día se conocieran más. Vinieron cosas muy buenas, que no sólo procuraron ellos tres. Tato Cuesta, Mario Manino, Leo Palerm, Abelo Galdeano, Víctor, Santi Lazarte, El gringo Casadedío, Juan Luchessi, Gustavo Elbusto y algunos más con los cuales son injusto en no recordarlos ahora, fueron los artífices del éxito de la banda. Se tocó por todos lados. Agunos que recuerdo: 9 de Julio, Laboulaye, Los Toldos, Germania, Lincoln, Chacabuco, Rojas, Roberts, Santa Isabel, Buenos Aires, Gral. Pinto, Junín y muchos lugares más. En la mayoría varias veces. Nunca haciendo un cover, todos con lugares repletos. Todos con una profesionalidad increíble. Hoteles, colectivos, stage manager, agua mineral para cada músico, afiches, puesta en escena, iluminación profesional, FX, publicidad en radio, plomos, cenas, almuerzos y miles de detalles que hay que gestionar para que el trío se encargue únicamente de tocar.
Todo se hizo a pulmón, sin un mango y con alegría.
La banda sonaba de una manera increíble y potente.
Detrás de eso, lejos del escenario, fuera de la vista del público, la banda nunca estuvo bien.
Son contados los momentos donde cada uno de los tres integrantes disfrutó de eso que estaba pasando. Ninguno de los tres era feliz. Las peleas eran feroces, y muy frecuentes. Los ensayos eran casi insoportables. No había tregua entre ellos. Esa fuerza arrolladora que la banda tenía sobre el escenario, ellos la usaban fuera de el, contra ellos mismos. Quienes rodeábamos al trío disfrutamos mucho más de ese periodo que ellos tres.
Cuando tuvieron la posibilidad de dar un salto más importante no pudieron hacerlo. Era imposible que tres personas que no se llevan bien puedan encarar un proceso de trabajo que los va a tener conviviendo y trabajando muchas horas juntos.
Alguien dijo un día, que Martillo era como un chaleco de fuerza. Carlos tragaba y nunca hablaba ni discrepaba para no provocar conflicto, pero cuando lo hacía saltaba como una chispa incendiaria que nadie podía parar. Horacio se ponía intransigente sobre ciertos temas y no había quien pudiera hacerlo cambiar de actitud. Sebastian reaccionaba con una vehemencia sobrevaluada sobre cualquier detalle. Así convivían en los ensayos, en los viajes, en las pruebas de sonido, en la previa de un recital o de una nota.

Hoy, se habla de un regreso. Los tres tienen otras prioridades y quienes los rodeábamos también. Yo personalmente tengo dos protagonistas nuevos en mi vida que son mucho más importante que Martillo: mis hijos. Y así cada uno creo. Muchos hablan de que van a juntarse y que volverán a tocar para los nostálgicos y para un montón de pibes más jóvenes que nunca los vieron en vivo y que escuchan sus temas.
Yo espero que sea realidad esa vuelta. Porque a mi me encantaría.
Pero si esa vuelta sirve para que ellos se hagan daño y no sean capaces de disfrutar del cariño que les tiene la gente, si ese retorno sirve par que entren en un infierno de peléas, de disputas irrelevantes y momentos horribles. Ojala que no se vuelvan a juntar nunca más. Porque por encima de la música, de la banda, de las giras, de los conciertos, de las luces, de los manager, de los fans, y del “maldito rock”... está la felicidad de ellos tres como seres humanos.



Gustavo Romans

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