29/11/09

Cacerolas y Bombitos

"Viva el harapo señor
y la mesa sin mantel
viva el que huela a callejuela
a palabrota y taller"
Silvio Rodríguez


Pobres cacerolas abolladas a cucharazos y pobres bombos apaleados con una manguera. El problema no son ni cacerolas ni bombos. El problema es quien los ejecuta. Pobres aquellos que ven una diferencia en cada una de esas sonoridades.
Si suena la cacerola está bien. El bombo no. El bombo es de “negro de mierda”, de dirigente “grasa”, de gordo en cueros y transpirado, de “camionero ladrón” o de albañil vago, de sindicalista transa, de “piquetero clientelista” de desocupado “chimango”.
A los “negros”, “los cargan” en el micro y “los llevan” a los actos peronistas con los bombos. La cacerola no. La cacerola es el símbolo de agarrar algo circunstancial en casa, cualquier cosa, y salir a la calle a gritar un poco. La cacerola es de los blancos, de los ciudadanos, de “la gente” bien, que está harta de alguna cosa. La cacerola es antónimo de de “negro de mierda”. La cacerola es ser un ciudadano de bien.
Esta cosa, la estigmatización digo, los que manejan medios en Junín lo saben bien. Una fuente en Canal 10 me aseguró que “Mollard no quiso que lleváramos una cámara siquiera”. Eso, cuanto menos es censura por omisión, y en el caso de diario Democracia se eligió estratégicamente la foto de los militantes tocando el bombo en la vereda.
La mayoría de la sociedad ignora, que detrás de la verdadera y la inventada mafia sindicalista, hay dirigentes muy buenos que hace años se están preparando en gestión de políticas públicas. Por pasión y por un genuino deseo de obtener el poder. ¿O acaso los trabajadores no pueden pretender el poder? Lula Da Silva es un ejemplo vivo de cómo una central de trabajadores puede llevar adelante los destinos de un país.
Claro que hay sindicalistas corruptos. Muchos. Pero también hay de los otros. De los que luchan y se preparan para poder interpretar a un país desde la visión de un trabajador. Está muy bien que los compañeros de camioneros estén tocando el bombo en la vereda. Fueron a pedir algo que creen que es necesario. No hace falta disfrazarse de burgués para peticionar ante las autoridades. No hace falta una “calco” de Todos somos el campo para acreditarse ser dueños de cualquier barbaridad. No hace falta ser un “doctorcito” o “abogadito” para reclamar lo que corresponde. Los trabajadores tienen el legítimo derecho de reclamar como se les antoje. Con bombos, en cueros y hasta en patas. Si a las señoras que justo pasaban a persignarse frente a la iglesia les molesta que se aguanten. Los trabajadores hace del cincuentaicinco que se aguantan.

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